Cuando era joven, a la hora de elegir una carrera, me gustaba todo lo relacionado con niños y lo artístico, pero en casa me dijeron que en eso no tendría futuro y que tenía que estudiar una “profesión seria y de provecho”. Como no me gustaba nada más en concreto, acabé decidiendo estratégicamente algo que pudiera abrirme puertas, darme distintas opciones laborales, y estudié Empresariales. En 3 años tuve un título con el que poder trabajar, independizarme y por fin tomar mis propias decisiones sin el condicionamiento familiar.

Con 24 años empecé a trabajar en una oficina bancaria y dos años después, empujada por la competitividad de mi entorno laboral de alcanzar reconocimiento profesional y compaginándolo con el trabajo, decidí volver a estudiar y licenciarme en Económicas. A los 28 años ya era subdirectora, poco después directora, me casé… y empecé a tener lo que se suponía una “profesión de provecho”. Para entonces trabajaba muuuuchas horas y me iba muy bien, pero yo no me sentía realizada, me faltaba algo!… (ahora lo sé, el sentido de mi vida).

Cosas del destino, empecé como voluntaria en proyectos sociales y me di cuenta que eso que hacía daba más sentido a mi vida que mi propio trabajo. Me sentía más realizada. A los 34 años tuve una hija y me hizo ver que estaba perdiendo el tiempo en un trabajo que sólo me llenaba los bolsillos. Pero llevaba tantos años esforzándome por forjar ese “trabajo de provecho” que si me preguntaban “qué otra cosa me gustaría hacer si no fuera ese trabajo” no sabía qué contestar. Ya me había alejado demasiado de mi misma. Estuve tiempo en el sufrimiento de esa contradicción. ¡Dramático! Entonces fue cuando me pregunté: ¿Qué debía hacer si quisiera dedicarme a eso que vocacionalmente me llenaba tanto? Uf! Esa pregunta representó un antes y un después…

Tras un gran período de dudas y replanteamientos familiares y laborales, acabé estudiando Educación Social, hice un Máster especializado en infancia y adolescencia, me formé en Coaching… y decidí que mi tiempo en la banca había acabado.

Al poco tiempo, surgió la oportunidad de trabajar como profesora en la universidad donde había estudiado. No era exactamente lo que yo pensaba que haría como educadora social y coaching, pero me llevó a estar más cerca de las personas… en este caso de los jóvenes.

Esta época laboral, que todavía compagino, es en parte lo que me ha llevado a estar hoy aquí. Cada año se repiten las mismas conversaciones con algunos alumnos que se sienten sumergidos en un caos de dudas respecto a su futuro, que no pueden pensar con claridad, que algunos ni saben qué quieren hacer con sus vidas, o que saben lo que quieren pero no saben cómo hacerlo, o cómo afrontar el miedo a llevar a cabo esas decisiones, o de si serán capaces,… y todas estas dudas los bloquean, generándoles mucho estrés y, muy a menudo, desánimo. 

Y eso fue lo que me llevó a crear este proyecto: Tomar decisiones importantes en la vida, en ocasiones, se hace difícil, tanto para jóvenes como para adultos. Pero esta montaña rusa de emociones y decisiones puede ser más fácil de llevar con ayuda. Por eso mi lema es:  “Decidir es fácil si sabes cómo”.